Historia del neurofeedback

Al principio...

El nacimiento de la neurorretroalimentación fue posible gracias a otros grandes descubrimientos anteriores, ¡y esto viene de lejos!

En la antigüedad, se observó que ciertos peces eléctricos podían curar las migrañas: se estableció un primer vínculo entre la electricidad y el cuerpo humano (cerebro).

100 a.C.: descubrimiento del fenómeno bioeléctrico con ámbar llamado "electrón" por los griegos (fenómeno de electricidad estática).

En 1875, el Dr. Richard Caton observó que la actividad mental va seguida de fluctuaciones en la actividad eléctrica del cerebro de los animales.

Pero hasta 1920 no fue posible medir y registrar esta actividad en papel gracias al Dr. Hans Berger: nació el electroencefalograma humano (EEG) tal y como lo conocemos. Berger fue el primero en identificar los tipos de ondas cerebrales: delta, theta, alfa, beta y gamma.

Fuente de la imagen: Hans Berger y el primer → EEG 

A finales de los años 60, Joseph Kamiya descubrió que era posible entrenar diferentes ondas cerebrales: su equipo enseñó a voluntarios a reconocer ondas alfa (9-12 Hz) en el EEG dándoles un refuerzo verbal positivo cada vez que aparecían ondas alfa. El experimento fue un éxito y demostró lo que se conoce como bucle de aprendizaje, la base de la neurorretroalimentación actual: la actividad cerebral alfa podía reforzarse en los participantes mediante un estímulo verbal positivo. Los seres humanos, como los animales, son capaces de controlar su propia actividad cerebral.

Descubrimiento del ritmo sensoriomotor

Tras este descubrimiento, en 1968, el Dr. Barry Sterman llevó a cabo un experimento que demostró que el ritmo sensoriomotor (12-15 Hz) reducía los ataques epilépticos en gatos. Es el "padre" del Neurofeedback.

Su equipo quería replicar el estudio de Pavlov y el perro para entrenar el cerebro de los gatos. En un experimento inicial, se enseñó a una treintena de gatos que, al pulsar una palanca en su jaula, recibían comida.

Stermann añadió entonces una señal sonora: si los gatos pulsaban la palanca durante el sonido, no recibían comida. Tenían que esperar a que terminara el sonido para poder pulsar la palanca y recibir comida. Los investigadores descubrieron que el estado mental de los gatos cambiaba mientras esperaban a que terminara el sonido: los animales estaban inmóviles pero sus cerebros estaban alerta, esperando a que terminara la señal. En el electroencefalograma (EEG), esto se denomina ritmo sensoriomotor u ondas SMR.

A continuación, estos animales participaron en un segundo estudio: se acabaron las palancas y los gatos tuvieron que producir la frecuencia SMR por sí solos para recibir comida. ¡Una sorpresa para Sterman! Muy pronto, los félidos fueron capaces de reproducir a voluntad estas frecuencias deseadas. Así pues, el cerebro y su funcionamiento podían condicionarse mediante la observación del EEG.

También observó fuera del experimento de condicionamiento que el aumento de las ondas SMR mejoraba la calidad del sueño: los gatos no estaban estresados ni nerviosos. ¿Por qué? Porque el aumento de las ondas SMR incrementaba el huso beta durante el sueño: esto permite un sueño profundo y de buena calidad.

Como sus resultados no se tomaron en serio en su momento, hizo un experimento de descondicionamiento "reversible": disminuyó las ondas SMR y al mismo tiempo las ondas beta fusiformes mediante el mismo principio que antes en estos gatos. El resultado : los gatos estaban mucho más agitados físicamente. A partir de entonces, no se trataba del resultado del azar, ni de un placebo, sino de un condicionamiento.

Primera aplicación del neurofeedback

Al mismo tiempo, la NASA se había puesto en contacto con los investigadores de Sterman porque estaba interesada en los efectos de la hidracina (combustible para cohetes), que provocaba ataques epilépticos en los astronautas. 

Para su estudio, se probó este combustible en 50 gatos que, como era de esperar, desencadenaron ataques epilépticos graves con síntomas negativos. Pero algunos de los gatos tenían un umbral de tolerancia mucho más alto y desencadenaban ataques con mucha menos rapidez: Sterman se dio cuenta de que se trataba de los gatos que habían participado en el experimento de condicionamiento del EEG y que, por tanto, habían aumentado sus ondas SMR.

Este resultado fue la prueba de que los cambios cerebrales inducidos tenían un impacto real a nivel fisiológico y eran de interés terapéutico.

Los investigadores aplicaron estos conocimientos a Mary Fairbanks, una mujer que padecía epilepsia: se entrenó su hemisferio izquierdo en el córtex sensoriomotor utilizando un equipo de EEG. Aparecía una luz verde cuando aumentaba el ritmo SMR y una luz roja cuando disminuía. Después de 3 meses de entrenamiento con neurofeedback, los ataques epilépticos de Mary habían disminuido significativamente.

Este importante descubrimiento abrió de par en par el campo de la neurorretroalimentación y el tratamiento de la epilepsia. Los investigadores utilizarán el neurofeedback para reducir 10 veces la frecuencia de los ataques epilépticos. 

En 2009, un equipo identificó una docena de estudios en los que se trataba a un total de 87 pacientes con epilepsia resistente a los fármacos. Tras el tratamiento con neurorretroalimentación, la frecuencia de las crisis se redujo significativamente en el 74% de ellos. Otros investigadores informan incluso de la supresión de las crisis cuando los protocolos de entrenamiento con neurorretroalimentación se adaptan específicamente a las desregulaciones cerebrales de cada paciente después de 35 sesiones.

Los inicios del neurofeedback

Estos hallazgos iniciales sobre el potencial terapéutico del neurofeedback abrirán todo un nuevo campo de investigación sobre muchas enfermedades asociadas a la desregulación cerebral, como : 

En los años setenta y ochenta aparecieron las primeras bases de datos normativas. Estas bases de datos permitieron comparar las ondas cerebrales de cada individuo con una muestra normativa de la población para establecer un vínculo entre estas señales y toda una serie de síntomas (fatiga, dificultad para concentrarse, ansiedad, etc.). Entre los pioneros en este campo se encuentran Frank Duffy, Roy John y Robert Thatcher. Estos datos cuantitativos del EEG proporcionan una imagen topográfica general del córtex activador, denominada Brainmap.

En 1989, Eugene Peniston y Paul Kulkosky definieron un protocolo de neurorretroalimentación específico para veteranos de Vietnam (basado en los trabajos del Dr. Bessel van der Kolk) para tratar el trastorno de estrés postraumático.

Sus estudios tuvieron éxito, añadiendo el neurofeedback a las posibilidades terapéuticas para los traumas psicológicos. Al mismo tiempo, gracias a la rápida llegada de la tecnología y los ordenadores, aparecieron los primeros equipos informatizados de neurofeedback. El neurofeedback por resonancia magnética funcional comenzó en 1995, ofrece una muy buena resolución espacial del cerebro pero es muy caro. Se utiliza sobre todo en investigación.

A partir de 2010, empezaron a ser más numerosos los estudios controlados de neurofeedback con protocolos científicamente válidos. Destaca el de Young y colaboradores (2017) que realizaron un estudio aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo sobre la amígdala en personas con depresión. Este estudio muestra una reducción de la gravedad de la depresión en el grupo que realiza neurofeedback activo a partir de la segunda sesión de entrenamiento.

¿Y mañana?

Recientemente, un estudio de neurofeedback en fMRI mostró resultados favorables para el tratamiento del síndrome de Tourette y la esquizofrenia.
La puerta de la salud mental está abierta y en crecimiento, combinada con otras técnicas terapéuticas, los resultados son muy alentadores para el neurofeedback. Esta técnica también se ha extendido a ámbitos no médicos como el deporte o el trabajo para aumentar el rendimiento deportivo y mental.

Hoy en día, la terapia de neurofeedback tiene una amplia gama de aplicaciones y se utiliza de muchas maneras diferentes. El increíble aumento de los conocimientos sobre el cerebro sólo sirve para aclarar y optimizar el entrenamiento con neurorretroalimentación, haciendo que esta técnica sea cada vez más eficaz. Por ejemplo, el neurofeedback Loreta Z-Score desarrollado por Robert Thatcher no sólo entrena el cerebro en la superficie, sino que también llega a estructuras más profundas con la ayuda de algoritmos matemáticos muy avanzados.

La ciencia aún no ha terminado de descubrir todo el potencial que el neurofeedback puede aportar al rendimiento y al bienestar mental (fotobiomodulación, ERP,...), ¡a seguir...!